‘Roberto’ dirigido por Carmen Córdoba conquistó el corazón de las personas privadas de libertad del Centro Penitenciario Málaga I que de forma rotunda le otorgaron el premio de la XIII edición del ‘Festival ‘Alhaurín en Corto’. Una obra de animación en la que se abordan los trastornos alimenticios a lo largo del tiempo, donde el protagonista lleva 15 años enamorado de su vecina comunicándose a través de la cuerda donde tienden, aunque ella prefiere esconderse avergonzada de su cuerpo. Con más de un centenar de premios nacionales e internacionales acumulados y la nominación al mejor cortometraje de Animación en los Goya 2021, Córdoba suma al palmarés de su ópera prima la estatuilla con forma de cámara que representa al festival, fabricada por los propios reclusos en los talleres de la cárcel y el cheque de 200 euros con el que Arrabal-AID quiere ayudar a materializar sus próximos proyectos. Tras conocer el resultado, la cineasta expresó su “ilusión por haber llegado de esta manera al público de Alhaurín en Corto” aunque quede la espinita de no haber podido encontrarse en persona con las personas reclusas para recibir sus impresiones.
Detrás de ‘Roberto’ en las preferencias de los internos e internas se situaron dos trabajos que escenifican muy bien lo que ha sido la fase final del certamen, con historias enmarcadas en la pandemia del coronavirus y relatos con un trasfondo social que busca agitar las conciencias del espectador. Hold for applause, dirigido por Gerald B. Fillmore, nos sitúa en los meses de confinamiento, cuando son casi las 20 horas y Greg se dispone a salir a la ventana a aplaudir a los sanitarios y se ve atrapado en una crisis internacional de pareja online; mientras que Cristiano, de Adán Pichardo, cuenta cómo un joven devoto que quiere formarse en el seminario confiesa su más íntimo secreto, determinante para llegar a ser o no sacerdote; una propuesta audiovisual con la que se suma a la causa de las personas trans.
Tras este pódium de honor, el resto de cortos que se proyectaron dentro de la prisión en la fase final del certamen, seleccionados entre las más de 60 obras participantes llegadas desde todos los puntos del país e incluso de Iberoamérica, fueron La Cirila, de Ibai Altuna que narra cómo dos hermanos se reúnen para cumplir la peculiar última voluntad de su madre, viajando a bordo de su viejo Citroen 2CV; Lo de aquella noche dirigido por Inés Pintor Sierra y Pablo Santidrián donde se cuenta la verdadera relación de la pareja de Diana y Joel cuando se bañan en la piscina; Faces, de Iván Sáinz-Pardo, una historia de amor en los tiempos de la obsolescencia programada; El Síndrome de Jorge, de Julio Espinosa, que presenta a su protagonista con una patología muy particular que le hace verse diferente a los demás; Positividad Tóxica dirigido por Pedro Rudolphi, donde Sergio tiene muy claro que puede mantener un optimismo permanente, o ese creía; y ‘Volvemos en 5 minutos (spot paralelos)’ de Felipe Garrido, un falso bloque de anuncios para reflexionar sobre el lenguaje de la publicidad.
Con el reto de acercar la cultura a las personas privadas de libertad, el XIII Festival ‘Alhaurín en Corto’ que organiza la Asociación Arrabal-AID en colaboración con la Secretaría General de Instituciones Penitenciarias se adaptó a las restricciones impuestas por la pandemia, suspendiendo el encuentro con creadores y cineastas y potenciando el circuito interno de televisión para la proyección de los cortometrajes y las presentaciones de los equipos entre los pasados el 4 y el 11 de octubre. Durante una semana, un total de 160 hombres y mujeres internas en el Centro Penitenciario Málaga I sito en Alhaurín de la Torre visionaron los cortos en distintos pases y votaron por a su juicio la obra merecedora del premio del certamen.
A pesar del contexto que impidió el intercambio de experiencias entre las personas privadas de libertad y los profesionales del cine, la Asociación Arrabal-AID defendió la celebración del Festival ‘Alhaurín en Corto’ como un gesto de apoyo a la Cultura “un sector estratégico que ha sufrido como pocos las consecuencias de la pandemia, que resulta clave en la educación y los aprendizajes de todas las personas, especialmente de aquellas que cuentan con menos posibilidad de acceso, como son las personas privadas de libertad”.