Comienzan las 24 horas previas a nuestra aventura. Algunos preparan la maleta, confusos: ¿ropa de invierno solo? ¿Alguna prenda de verano?
Aquella semana en Málaga la climatología se basaba en lluvia, creando más incertidumbre en el clima que nos aguarda en Alemania; y más con el dicho que allí guardan: “April, April, der macht was er will”, que hace referencia a la inestabilidad del tiempo en este mes de abril. Las horas no demoran, y falta cada vez menos para reunirnos en el aeropuerto. Algunos deciden pasar tiempo con sus familiares, amistades, parejas… Otros optan por descansar para el largo viaje.
Ya nos encontramos allí, en torno a las 06:00 de la mañana. Nos codeamos entre breves bromas, comentarios irónicos y risas flojas, nada más allá que no sea producido por esos nervios precedentes al viaje. La despedida de nuestros familiares antes de acceder al control de seguridad marca, sin duda, el golpe de realidad que nos tocará vivir.
Una vez realizado todo el proceso que conlleva aquello (facturación, controles de acceso…), a muchos se les nota, y me incluyo, el cansancio que nos pesa en la cabeza. Algunos lo intentan combatir con bebidas energéticas, otros intentan dar una leve cabezada… Pero la inquietud sobrepasa cualquier tipo de desgaste mental.
Comienza el embarque, con retraso debido a la inestabilidad meteorológica. Ya sí que sí: un último vistazo a nuestra Málaga La Bella. Comienza el despegue. Pocos minutos después se dieron turbulencias, las cuales inquietaban a algunos de los compañeros, aunque no a todos, porque como ya dije, el cansancio era bastante notable y optaron por dormir e intentar reservar energías. El avión procede a descender muy lentamente, varios lo notamos por la presión en nuestros oídos, pocos minutos después ya era muy notable la forma de bajar hacia el aterrizaje, ya sabíamos que en breves pisaremos la tierra que será nuestra casa durante 70 días.
Ya juntos, en la terminal del aeropuerto de Frankfurt, observamos los letreros, indicaciones, el habla de quienes transitaban a nuestro alrededor… Era todo nuevo: estamos en Alemania. Una vez recogidas nuestras maletas, almorzamos, un tanto confusos, pero vino de lujo ese almuerzo. A las 14:00 nos esperaba un minibus, el cual costó encontrar, pero entre risas dimos con él.
Partimos desde Frankfurt hacia nuestra ciudad, Weimar. El viaje en carretera, que duraría apenas 3 horas, fue muy tranquilo, casi todos descansaban y observaban los preciosos campos, verdes, limpios… La expresión “parece de película” encajaba con lo que veíamos desde nuestra ventana.
Al fin, llegamos a Weimar. Nos separamos en dos grupos al bajar del bus, a cada uno de los dos le corresponde un apartamento. En el camino hacia el nuestro, curiosos, mirábamos todo, de izquierda a derecha, de arriba abajo… Nada tiene que ver con lo que andábamos acostumbrados a ver. Llegamos a nuestra casa, deshacemos maletas, colocamos todo en su sitio, investigamos cada rincón de casa… Y decidimos dar una breve vuelta por la ciudad, pero el cansancio ya era extremo. Optamos por volver a casa, descansar y pensar en el lunes.
¡Empieza la aventura! 70 días que darán para aprender y vivir cosas que ni nos imaginamos y que nos harán crecer.